COMUNICADO FRENTE A LA RESTRICCIÓN DE LA CIRCULACIÓN.
Hace tiempo que desde la Asociación Civil Empresaria Hotelero Gastronómica y Afines Rosario venimos advirtiendo que las restricciones impuestas de forma sostenida a la actividad contribuían al crecimiento de la clandestinidad y, por consecuencia, al incremento de las posibilidades de contagio del COVID – 19. Los meses pasaron y hoy los hechos confirman nuestra advertencia: las cifras volvieron a subir y no es justo que quienes debamos pagar por el incumplimiento de otros sean quienes acatamos cada aspecto de los protocolos y exigencias que el Ejecutivo nacional, provincial y municipal han comunicado.
La situación particular del sector gastronómico es INSOSTENIBLE y es el más golpeado por esta pandemia, solo se trabaja para pagar el pasivo generado por meses de restricción y siempre resulta ser el único perjudicado. La limitación horaria nocturna quizás es tomada para no afectar el desarrollo de otras actividades, pero la nuestra necesita de dicho horario para funcionar y se anuncian medidas que afectan a un sector que desde el inicio de la pandemia colaboró con el diseño y la aplicación de un protocolo seguro de prevención.
Ha quedado demostrado que los bares y restaurantes no son focos de contagio, por consiguiente, no somos responsables del aumento de casos. Muchos establecimientos han cerrado sus puertas por no poder afrontar esta situación prolongada y hay un riesgo muy grande de que muchos sigan el mismo destino de ser restringidos nuevamente. Se debe tener en cuenta que la actividad ya no goza de las medidas que el Gobierno nacional había establecido, tales como el ATP, y que finalizan la mayoria de los plazos de muchas obligaciones fiscales que habían sido aplazados para disminuir los efectos de la crisis generada por la pandemia.
En los últimos meses vimos como las reuniones clandestinas que se extienden por todo el Gran Rosario han tenido lugar de forma indiscriminada. Los cierres nocturnos, lejos de causar que los jóvenes se queden en sus hogares generan que estos se junten en casas, quintas u otros espacios privados en los que no están presentes ningún tipo de protocolo o elementos de prevención. En cambio los bares, donde las distancias se conservan y los contactos son limitados, son objeto de restricciones continuas. Entonces la pregunta es: ¿quién se hace cargo?
¿Quién se hace cargo de las dificultades que las empresas deben afrontar por haber estado funcionando desde marzo del 2020 de forma restringida y que, cuando comienza la temporada (promocionada turísticamente por el Gobierno) que podría iniciar un camino lento de recuperación, nuevamente deben reducir su actividad? ¿Quién asume la responsabilidad por el esfuerzo llevado a cabo por nuestros empleados y proveedores para adaptarse a una nueva forma de trabajo a pesar de que esto significó, para muchos de ellos, un cambio en sus ingresos, sus horarios y operatividad? Y también nos preguntamos algo muy importante: ¿quién se hace cargo de la carga emocional y la presión psicológica que la falta de criterios unificados, planificación, coherencia de las medidas impuestas y control de las fuerzas coercitivas del Estado generan en los ciudadanos que vemos como el esfuerzo que hicimos es ignorado?
Insistimos, no es salud vs economía; bregamos por la responsabilidad que cada actor social tiene para que juntos podamos frenar una situación que está afectando seriamente a todo el mundo y que nadie esperaba. Pero para ello se necesitan medidas efectivas que protejan cada aspecto del tejido social, y el trabajo es parte constitutiva del mismo y de cada individuo. Se necesita coherencia en dichas medidas, para que el público las respete y crea en ellas; para que el incumplimiento de unos y la falta de control de otros no perjudiquen a quienes, en medio del caos y la angustia que genera esta pandemia, cumplimos con nuestro rol de ciudadanos y nos preocupamos por el bienestar social.